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EL JUDEOESPAÑOL O LADINO

Judeoespañol, judezmo, ladino, español, sefardí, haketía

Son distintos términos que se utilizan para referirse a la lengua hablada y escrita por los sefardíes. Aclaramos brevemente su uso y significado:

  • Judeoespañol: es un término sobre todo académico (que los sefardíes también han usado para referirse a su propia lengua, sobre todo a partir del siglo XX), adoptado por filólogos y lingüistas para referirse a todas las variedades lingüísticas habladas y escritas por los sefardíes.
  • Judezmo: judezmo significa en judeoespañol 'judaísmo', pero para referirse a la lengua es también un término acuñado en el ámbito académico.
  • Ladino: en castellano medieval se llamaba ladino (es decir, 'latino') a un musulmán o un judío que hablaba la lengua de los cristianos (que era una lengua derivada del latín). Por eso ladinar era 'traducir al castellano (o a otra lengua románica) un texto que originalmente estaba en una lengua semítica (por ejemplo, en árabe o en hebreo)'.

Así que, en principio, ladino se aplicó a la lengua de las traducciones del hebreo (por ejemplo, se habla de ladinamientos bíblicos o biblias ladinadas para referirse a las traducciones literales de la Biblia del hebreo a una lengua romance).

Por extensión, ladino pasó a significar 'lengua de la traducción', o simplemente 'expresión o palabra en lengua romance'. En algunas comunidades sefardíes se utilizó ladino para referirse a la lengua sefardí en su conjunto.

El término ladino ha adquirido en época reciente una especial difusión porque es el que se ha adoptado en Israel para referirse a la lengua de los sefardíes. Por eso actualmente en muchos ámbitos (y, sobre todo, en Estados Unidos y en Israel) se usa ladino para referirse a la lengua de los sefardíes,  especialmente la de los del Mediterráneo Oriental.

  • Español: muchos sefardíes se refieren o se han referido a su lengua simplemente como español, aunque distinguiéndolo del español de España o de Latinoamérica. Así, por ejemplo, hablan de "el español muestro".
  • Sefardí: es otro término para referirse a la lengua hablada por los sefardíes.
  • Haketía o hakitía: es la variedad del judeoespañol hablada en Marruecos.

La formación de la lengua sefardí

Los judíos que fueron expulsados de los distintos reinos de la Península Ibérica hablaban, según su región de origen, distintas variedades de diversas lenguas lenguas iberorrománicas (castellano, catalán, portugués). Salvo algunos rasgos específicos (como el uso de hebraísmos para denominar ciertas realidades), en la Edad Media la lengua de los judíos NO difería sustancialmente de la hablada por los cristianos de las mismas zonas geográficas.

En las comunidades formadas en el exilio por los expulsos de la primera generación se hablaban, por tanto, distintas variedades lingüísticas, sin que existiera una norma común; no obstante, es indudable que los hablantes se entendían entre sí, utilizando cada uno su variedad lingüística propia. 

En la segunda y tercera generación de los descendientes de los expulsados debió de producirse una koiné, es decir, una lengua común que era producto de esa mezcla de distintas variedades lingüísticas iberorrománicas; la base de esa koiné era el castellano de finales de la Edad Media, en su variedad meridional.

De ahí nació lo que llamamos judeoespañol o lengua sefardí (con sus distintas variedades), que en los siglos XVI y XVII se fue desarrollando y evolucionando de forma independiente con respecto al español peninsular y americano.

Se considera que en el siglo XVIII el judeoespañol era una variedad lingüística sustancialmente distinta del español peninsular. En esa época se escribieron e imprimieron ya muchas obras escritas en judeoespañol; la forma habitual de escribir el judeoespañol fue, hasta el mismo siglo XX, en aljamía, es decir, con el alfabeto hebreo.

Por qué unos sefardíes hablaban judeoespañol y otros no

En general, el hecho de que los judíos descendientes de los expulsados de la Península Ibérica continuasen durante siglos hablando una lengua de origen hispánico, o no, dependió de las circunstancias sociopolíticas y culturales de los distintos lugares de asentamiento.

Los llamados sefardíes occidentales (los asentados en países europeos, como los Países Bajos, Italia o el sur de Francia) en el siglo XVIII habían adoptado ya la lengua usada por el resto de la población en sus países de asentamiento. En cambio, en el imperio otomano y en el Norte de África, el régimen político de de mil·let vigente en los estados islámicos, en el cual cada minoría mantenía su propia organización e instituciones (incluidas las instituciones educativas), favoreció que las distintas minorías conservasen también el uso de su propia lengua, sin que existiese una política de unificación lingüística hasta bien avanzado el siglo XIX o principios del XX (según las zonas).

Las principales variedades del judeoespañol

En judeoespañol nunca hubo una norma unificadora, lo cual propició que siempre existiesen distintas variedades del la lengua con igual prestigio. Además, era una lengua que se hablaba en territorios discontinuos, de manera que algunas comunidades de hablantes estaban gegráficamente muy lejos de otras, lo cual favoreció también que se desarrollasen distintas variedades. 

A grandes rasgos, se distinguen dos variedades principales, cada una con sus distintas modalidades geográficas.

  • El judeoespañol de Oriente: se llama así, en general, al utilizado en las zonas geográficas que pertenecieron al imperio otomano: Turquía, los Balcanes, Oriente Medio y algunas islas del Mediterráneo, como Rodas. Dentro del judeoespañol de Oriente se distinguen, a su vez, distintas variedades según zonas geográficas. Destacan por su importancia las variedades de Estambul y de Salónica ya que, al ser estas ciudades importantes centros culturales y editoriales, se convirtieron en un modelo prestigioso para hablantes de judeoespañol de otras zonas.
  • El judeoespañol de Marruecos: en las comunidades sefardíes del Norte de África el judeoespañol siguió una evolución distinta a la del imperio otomano, dando origen a la variedad llamada haketía o hakitía, que tiene muchas influencias del árabe.

Los componentes de la lengua sefardí

La base lingüística del judeoespañol es el castellano de finales de la Edad Media. Como el judeoespañol evolucionó de forma independiente con respecto al español peninsular,  la lengua sefardí ha conservado algunos fonemas que existían en castellano medieval y que en el español actual se han perdido o han evolucionado hacia otros sonidos. La conservación de esos fonemas medievales ha propiciado la impresión de que el judeoespañol es una lengua "antigua" o "arcaica".

Sin embargo, el judeoespañol no es un español medieval fosilizado. Aunque conserva algunos rasgos arcaicos del castellano medieval, tanto en la fonética como en la morfosintaxis y el léxico, es una lengua viva que ha tenido su propia evolución interna y ha recibido también influencias externas.

Algunos de los componentes que se detectan en el judeoespañol son:

  • Otras lenguas iberorrománicas (como las distintas variedades del catalán, el gallego, o el portugués) que eran habladas por los expulsos de la primera generación y han dejado su huella en la lengua. La influencia del portugués es especialmente notable porque algunas comunidades tuvieron un importante componente de conversos judaizantes portugueses que volvieron al judaísmo y se integraron en comunidades judías del imperio otomano o del Norte de África.
  • Otras lenguas románicas, como el italiano, ya desde el siglo XVI, por las intensas relaciones comerciales y culturales de las comunidades sefardíes del imperio otmano con Italia.
  • El turco y de las lenguas balcánicas (griego, serbocroata, búlgaro, etc), en las distintas zonas del judeoespañol de Oriente.
  • El árabe, especialmente en el judeoespañol de las comunidades de Oriente Medio y del Norte de África.
  • El hebreo y el arameo, al ser estas las lenguas religiosas de los judíos.
  • Desde la segunda mitad del siglo XIX, otras lenguas de Europa occidental, por la presencia de las instituciones políticas, culturales y educativas de las potencias occidentales en el Mediterráneo Oriental y en el Norte de África. Especialmente importante es la influencia del francés, pero también del italiano, del alemán o del español moderno. En el caso del Norte de África, se produce un proceso de total rehispanización del judeoespañol, con la práctica desaparición de la haketía.

La situación actual del judeoespañol

El judeoespañol está considerado por la UNESCO como endangered language o lengua en serio peligro de extinción. Algunas de las circunstancias que han contribuido al declive del judeoespañol son las siguientes:

  • La occidentalización del Mediterráneo Oriental y del Norte de África a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con la influencia política de los países del occidente europeo, la implantación de escuelas occidentales y el aprendizaje de lenguas occidentales (francés, alemán, italiano, español moderno), que contribuyeron a que los sefardíes las considerasen como las verdaderas lenguas de cultura y el judeoespañol quedase relegado al ámbito familiar o al uso por parte de las capas sociales más pobres y menos cultivadas.
  • El progresivo desmembramiento de imperio otomano (que duró desde 1877 hasta 1924) y el surgimiento de los estados nacionales en los Balcanes, con la implantación de una educación y una lengua unificadas para todos los ciudadanos de cada estado, en detrimento de las lenguas minoritarias (entre ellas, el judeoespañol).
  • La emigración, desde finales del siglo XIX hasta los años 30 del XX, de muchos sefardíes a terceros países de Europa, América e Israel, con la consiguiente decadencia de las comunidades sefardíes tradicionales.
  • Otra de las consecuencias de la emigración fueron el asentamiento en países en los que no se hablaba judeoespañol y  los matrimonios de sefardíes con judíos de otros orígenes o con no judíos, lo cual dificultó la transmisión del judeoespañol a las siguientes generaciones.
  • El Holocausto, con el exterminio físico de decenas de miles de hablantes de judeoespañol y la consecuente ruptura de la cadena de transmisión de la lengua de una generación a otra.

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