Partiendo de su propia experiencia, el autor analiza algunas de las actitudes lingüísticas de los sefardíes de los Balcanes. Empieza comentando las diferencias entre el judeoespañol de Monastir y el de Kastoria (ambos en Macedonia), comenta diversas experiencias personales y familiares con respecto al uso de lenguas, y su propia actitud al constatar las diferencias entre el judeoespañol que aprendió en su entorno familiar y el español contemporáneo que aprendió en la escuela secundaria.